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zumodenaranja

La astilla que quedó pendiente de un teléfono móvil

La astilla que quedó pendiente de un teléfono móvil Entré por la puerta. Mesas, ordenadores, sillas,gente, griterío...y entre todos ellos la silla vacía que luego ocuparías tú y que, en un primer momento, a pesar de estar vacía, ya me llamó la atención. Me senté con una mujer. Ella trabajaba y yo me fijaba en lo que hacía. Pronto iban a llegar las 10 de la mañana y mi estómago me decía que algo iba a pasar. Mi cabeza no entendía ese nerviosismo. Minutos que se me hicieron muy lentos. Recuerdo que miré el reloj. Levanté la vista a través de la mampara y tu saludo alegre y tu buen humor entraron en la sala. Llevabas un pañuelo blanco que te envolvía la cabeza, recogiéndote el pelo y dejando al descubierto tus delicadas facciones. Viniste a saludar, y a la misma velocidad a la que te acercabas mi cara se iba poniendo cada vez más y más roja. Saludé como buenamente pude entre tartamudeos, con la sonrisa y los ojos de té chino que tenía ante mi no sabía si tenía que decir un sugerente "hola, me llamo zumo" o lanzarme a tus labios sin mediar palabra. Como ya he dicho, no supe hacer ni una cosa ni la otra, solo tartamudeos, pero creo que te diste por satisfecha.

Unos dos meses después después me vi en tu coche, en un aparcamiento de collserola totalmente furtivo para nosotros dos. No decíamos nada, eran nuestras almas las que se hablaban, las que se tocaban,las que se besaban. Y justo en ese momento de bendita enagenación mental cometí un error que he tardado mucho tiempo en perdonarme. Sonó mi teléfono. No lo quería escuchar pero el timbre era insistente. Yo lo dejaba sonar pero no se callaba. Lo tenía en el bolsillo del pantalón. Y si hasta ese momento solo nos separaban unos pliegues de ropa que de un momento a otro parecía que fuesen a desaparecer, con ese sonido tan repetitivo como insoportable empezaron a separarnos, por mi parte el miedo y creo que por la tuya un sentimiento de culpabilidad. Tomé la peor decisión. Saqué el teléfono y descolgué. Tal y como esperaba era mi padre preguntando el "oportuno": "¿Dónde estás a estas horas? ¿Piensas venir a cenar?" Le contesté que no tan rápido como pude. Todavía tenía el sabor de tus labios en los míos y necesitaba más pero, al colgar, tu ya no estabas encima mío, estabas seria, estabas con las manos al volante llevándome a casa.

3 comentarios

Ivan -

És una bona teràpia però...

hatie -

bueno... ahora ya puedes ser tu quien ponga las manos sobre el volante... sólo faltara que a ella le suene el movil :/

lokura -

Podia haberte puesto malo mientras hablabas por el movil, rollo.... o cuelgas o a muerte!!!!! besos mil!