Fábula de la araña y la mariposa

Y ahí va la inocente mariposa que revolotea sin un rumbo fijo aparente. Ve a lo lejos una extraña estructura de una belleza para ella desconocida hasta ahora. Coqueta como es, lo único que aprecia es su propia belleza. No es que desprecie lo que no tenga una intención estética. Simplemente no lo reconoce, lo ningunea, no existe para ella. Los reflejos de las gotas de agua suspendidas en el aire la tienen hipnotizada, y de golpe, se ve a sí misma tomando una dirección concreta y batiendo sus alas con una fuerza y una impulsividad que considera impropias de un ser tan delicado y refinado como lo es ella. Pero es que por fin ha encontrado algo digno de su hermosura. Por fin ha encontrado un objetivo, y este no es otro que la determinación de llegar y fundirse con esos reflejos para ser todavía más bella si cabe.
Cegada ante tal demostración de exquisitez queda atrapada en el mismo centro de la red. No se puede mover pero no le importa. Nunca había estado rodeada de tanta belleza y eso la conmueve. Cuando ve aparecer colgada de un fino hilo de seda a la serena araña saliendo parsimoniosa de su escondite, comprende su fatal destino aunque no le importa. Ya nadie le podrá quitar su momento de gloria. Ya nadie le arrebatará el momento en el que las gotas que contenían el arcoiris entero se fundieron con sus alas. Momento en que sintió conseguir la perfección. Momento en el que sintió alcanzar por fin la paz y diferenciarse para siempre del resto de la mundana naturaleza. La araña a su vez se dispone, con la lentitud y meticulosidad que merece todo ritual, a darse un festín a costa de la arrogancia y la frivolidad de otra inocente más.
3 comentarios
hatie -
hatie -
cris -
Buen post.